June 25, 2019 10:09
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Hubo un tiempo que no fue hermoso. Ni fuimos libres de verdad. En Buenos Aires era invierno como ahora. Pero seguramente hacía más frío y no por el calentamiento global, precisamente. Te hablo de un tiempo en que la mitad de los argentinos de hoy aún no había nacido. Y otra cuarta parte, eran muy chiquitos para entender que detrás de tanto grito de gol se escondían otros gritos; que detras de la palabra campeón mundial se ocultaba lo aberrante. Hubo un tiempo en que en el país vivían 25 millones de argentinos. Al menos así lo afirmaba una marcha que atronaba desde todas las radios estales, que eran todas las radios que existían... 25 millones de argentinos jugaremos el Mundial cantaba un coro marcial que se llevaba a las patadas con el verdadero cantito de la tribuna, esa especie de misa cantada, cuando la cancha es una cunita donde la hinchada se hamaca. Hubo un tiempo en que un relator de fútbol discutía con un personaje de historieta lo bueno o malo que era tirar papelitos en la cancha. El relator perdió por goleada contra Clemente y Caloi porque lo de los papelitos quedó grabado como una expresión de alegría pero, al mismo tiempo, de resistencia. Hubo un tiempo en que "de la noche a la mañana" aparecieron en las lunetas de los autos una calco donde podía leerse: "los argentinos somos derechos y humanos". Muchos hablaron de la inventiva popular ante la "campaña antiargentina que se había desatado en Europa". Pero no. Ese eslogan que acuchilló la dignidad de millones de argentinas y argentinos fue pergeñado en una agencia publicitaria de Nueva York. Y la dctadura militar de entonces lo pagó con una buena cantidad de dólares constantes y sonantes. La inventiva popular vino de la mano de un marcador clandestino y anónimo que corregía: los argentinos NO somos NI derechos NI humanos. El 25 de junio de 1978 Marcelo Guillermo Möller estaba entusiasmado porque al día siguiente iba a cumplir 28 años. Pero ahora, iba a ver la final del Mundial. No pudo ser. Lo interceptó un grupo de tareas en plena calle. El griterío, los gorros, las banderas y las vinchas no dejaron escuchar ni ver lo que le sucedía a este militante que vivía en una pensión de San Telmo. Lo recuerdo porque lo secuestraron el mismo día en que Argentina derrotó a Holanda por 3 a 1 y éramos campeones mundiales. Hace exactamente 41 años. Read more
Hubo un tiempo que no fue hermoso. Ni fuimos libres de verdad. En Buenos Aires era invierno como ahora. Pero seguramente hacía más frío y no por el calentamiento global, precisamente. Te hablo de un tiempo en que la mitad de los argentinos de hoy aún no había nacido. Y otra cuarta parte, eran muy chiquitos para entender que detrás de tanto grito de gol se escondían otros gritos; que detras de la palabra campeón mundial se ocultaba lo aberrante. Hubo un tiempo en que en el país vivían 25 millones de argentinos. Al menos así lo afirmaba una marcha que atronaba desde todas las radios estales, que eran todas las radios que existían... 25 millones de argentinos jugaremos el Mundial cantaba un coro marcial que se llevaba a las patadas con el verdadero cantito de la tribuna, esa especie de misa cantada, cuando la cancha es una cunita donde la hinchada se hamaca. Hubo un tiempo en que un relator de fútbol discutía con un personaje de historieta lo bueno o malo que era tirar papelitos en la cancha. El relator perdió por goleada contra Clemente y Caloi porque lo de los papelitos quedó grabado como una expresión de alegría pero, al mismo tiempo, de resistencia. Hubo un tiempo en que "de la noche a la mañana" aparecieron en las lunetas de los autos una calco donde podía leerse: "los argentinos somos derechos y humanos". Muchos hablaron de la inventiva popular ante la "campaña antiargentina que se había desatado en Europa". Pero no. Ese eslogan que acuchilló la dignidad de millones de argentinas y argentinos fue pergeñado en una agencia publicitaria de Nueva York. Y la dctadura militar de entonces lo pagó con una buena cantidad de dólares constantes y sonantes. La inventiva popular vino de la mano de un marcador clandestino y anónimo que corregía: los argentinos NO somos NI derechos NI humanos. El 25 de junio de 1978 Marcelo Guillermo Möller estaba entusiasmado porque al día siguiente iba a cumplir 28 años. Pero ahora, iba a ver la final del Mundial. No pudo ser. Lo interceptó un grupo de tareas en plena calle. El griterío, los gorros, las banderas y las vinchas no dejaron escuchar ni ver lo que le sucedía a este militante que vivía en una pensión de San Telmo. Lo recuerdo porque lo secuestraron el mismo día en que Argentina derrotó a Holanda por 3 a 1 y éramos campeones mundiales. Hace exactamente 41 años.